miércoles, 14 de abril de 2010

la otra mirada

Adora los zapatos tacón, a ser posible alto, y eso que su gran diva llevaba siempre manoletinas.  

La primera vez que lo vi, pensé que loco, tal vez no me equivocaba pero había algo en él, cierta elegancia que tiene algunas personas, aquellas dotadas con un don que no puede dejar de mirarlo.
 

Dicen que su locura es contagiosa y tal vez sea así, pero no me importa. El mundo está lleno de gente que cree que esta cuerda, que es perfecta, pero ellos son los más locos, los que de verdad dan miedo con sus vidas perfectas, sus coches perfectos, sus mujeres perfectas, su trabajo perfecto pero en el fondo están tan vacios, desolados y locos que son capaces de volverse locos si pierden algo de su vida perfecta. 

Yo soy imperfecta por ello adoro la perfección de la imperfección, la elegancia de lo absurdo. La mayoría de la gente normal no es capaz de ver la elegancia de las pequeñas cosas, para ellos no tiene sentido pero algunos tenemos esa capacidad. Y él también lo tiene...

Los dos nos sentimos incordiados cuando vemos una mujer que no sabe llevar tacones, nos molesta a la vista; pero claro no todas las mujeres saben ser mujeres. A veces es difícil andar sobre 12 centímetros sin parecer un pato, pero es cuestión de espirité, de querer  y sentir. Adoro los zapatos de 12 centímetros y no tengo más porque las caminatas recuperatorias matarían a más de uno por cansancio y porque prefiero dedicar mis pasos a alguien que sepa aprecierlos, como yo deseo, se lo que me digo...

La noche se está haciendo profunda y creo que es hora que lo deja aquí, pero antes de abandonarme a Morfeo me dejare mecer por la elegancia poética y exquisita de "Transmediterránea"... Buenas noches y dulces sueños....gracias por hacer lo simple elegante.






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